Los alimentos podrían desplazar al cobre como principal ingreso de Chile

Jueves 01 de Marzo de 2018

Generar valor agregado a partir de las pérdidas y desperdicios, desarrollar ingredientes funcionales y aditivos especializados, promover la agricultura urbana y utilizar nuevas tecnologías para el control de los cambios en el clima son algunas de las tareas que se plantean para que aumenten las exportaciones de alimentos.

Ni una locura ni un sueño. Ya son varios los expertos que señalan que si las exportaciones de alimentos crecen sostenidamente, a una tasa de entre 8% y 10% anual, en una década podrían convertirse en el primer ingreso de Chile. 

El desafío no es fácil. Para que se cumpla, el sector agroalimentario tiene un largo camino por recorrer en materia de innovación.

"La minería no tiene ninguna posibilidad de aumentar a la tasa en que lo están haciendo los alimentos. En 10 años más vamos a estar en 30 mil millones de dólares. Los alimentos son el futuro de Chile en cuanto a desarrollo económico", sostiene el fundador de Innspiral, Iván Vera, uno de los principales impulsores de la innovación en las empresas agroalimentarias. 

No es que este proceso de innovación no se haya hecho antes, ya que fue lo que permitió que entre 2004 y 2010 se doblaran las exportaciones de alimentos. Esta es un área muy dinámica por las cambiantes condiciones que imprime la competencia en los mercados. Eso hace que la necesidad de mejorar en eficiencia y calidad, mediante nuevos procesos, con tecnologías de última generación, sea permanente. 

Este proceso es indispensable para que el país crezca y pueda seguir posicionándose dentro de los primeros exportadores de alimentos del mundo, explica María José Etchegaray, directora ejecutiva de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) del Ministerio de Agricultura. 

"El sector agrícola es heterogéneo y diverso, por lo que la innovación ha sido más dinámica en unos sectores que otros", señala Etchegaray.

Mientras que en la fruticultura y la agroindustria los avances han sido notorios -lo que ha permitido que las exportaciones aumenten de 1,44 millones de toneladas en 2000 a 2,84 millones de toneladas en 2017-, hay otras áreas, como las del uso de los residuos y desarrollo de ingredientes funcionales y aditivos especializados, que todavía tienen desafíos pendientes. 

PÉRDIDAS CONVERTIDAS EN GANANCIAS

En una agenda con hojas amarillas, naranjas, celestes y verdes, Andrés Barros tiene anotado el que para él es el principal desafío en innovación agrícola: generar valor agregado a partir de las pérdidas, residuos y desperdicios. 

"Somos grandes productores del hemisferio sur, exportando al hemisferio norte, donde está el 80% de la población del planeta, pero no tenemos un mercado local para hacernos cargo de las pérdidas o desperdicios", explica el gerente de Alimentos y Acuicultura de la Fundación Chile, quien enfatiza que la tarea está en generar una subindustria exportadora a partir de estos residuos. 

Un ejemplo de cómo uno puede convertir pérdidas en un producto altamente sofisticado es el de Ciruelax, que a partir de desechos de ciruela y hierbas creó té, jaleas y comprimidos que hoy se exportan a muchos países del mundo y tienen una gran cobertura en Estados Unidos. 

"La idea es que los procesos productivos tengan la menor cantidad de residuos posibles y, si los tienen, que sean una forma de valorización u obtención de ingredientes de alto valor. Esto es lo que se llama economía circular, y quien lo ha sabido aplicar es Hortifrut, que ahora está sacando un té de hoja de arándanos", agrega Barros. 

También en el Centro de Biotecnología de Sistemas de Fraunhofer Chile están trabajando para traer tecnologías desde Alemania para recuperar la fruta que no está 100% en condiciones de ser exportada y convertirla en una especie de cereal, a partir de puré de frutas, comenta su directora ejecutiva, Pilar Parada. 

Esta innovación, señala, además de potenciar que los procesos productivos tengan la menor cantidad posible de residuos, permitiría que se generen nuevas industrias, lo que es fundamental para que el país siga creciendo y no se quede estancado en productos primarios. 

MÁS INDUSTRIAS DE INGREDIENTES Y ADITIVOS

Otro reto es diversificar y sofisticar la oferta de la industria de alimentos, mediante la transformación de materias primas en ingredientes funcionales o aditivos especializados. 

La gran variedad de materias primas que posee el país lo posicionan en un escenario muy favorable para incursionar en esta área.

"De las frutas, hortalizas, leguminosas y cereales se pueden sacar fibras, antioxidantes y proteínas para producir este tipo de alimentos", agrega María José Etchegaray. 

Esta ventaja debe aprovecharse, pues la generación de productos más sofisticados e ingredientes alimentarios a partir de productos generados en el campo permite diversificar y ofrecer nuevas alternativas al mercado global. 

Esta posibilidad está siendo estudiada en distintos centros. Uno de ellos busca consolidar una nueva industria en base a proteínas, fibras, carbohidratos y aceites contenidos en las semillas de especies de leguminosas, cuenta el investigador de la Facultad de Agronomía de la UC, Andrés Schwember. 

Se analiza también en el Centro de Biotecnología de Sistemas de Fraunhofer la opción de agregar el orujo -residuo de los racimos de uva prensados para elaborar vino- a diferentes alimentos, lo que proporcionaría características antioxidantes y un alto valor nutricional.

"Valorizamos residuos de bajo valor y los hacemos funcionales", agrega Pilar Parada, directora ejecutiva de ese centro. 

EL FUTURO DE LA AGRICULTURA

"El año 2006 se produce un quiebre en el mundo que se mantiene hasta el día de hoy", comenta Pilar Parada, refiriéndose a la migración campo-ciudad.

Actualmente, más del 50% de la población vive en centros urbanos y se espera que para el año 2025 la cifra aumente al 75%, situación que, según Parada, podría significar la muerte de la agricultura. 

En este sentido, uno de los grandes desafíos en innovación es convertir, a través de distintas tecnologías, los centros urbanos en lugares donde se puedan cultivar frutas y verduras. 

"La idea es utilizar incluso los techos de las casas y las azoteas de los edificios para que la gente pueda producir su propio consumo", agrega.

Esta propuesta, de la que en Chile no se habla mucho, pero en Europa está pegando fuerte, permitiría no solo avanzar en seguridad alimentaria, sino disminuir la huella de carbono -que principalmente se debe al transporte necesario desde el campo a la ciudad- y fomentar una producción de alimentos más sustentable.

En la actualidad se contabilizan 39 huertos urbanos alrededor de la ciudad de Santiago, de los cuales el 36% se destina al autoconsumo, 24% a la educación, 15% a plantas terapéuticas y 14% son de carácter estético, según la ONG Red de Agricultura Urbana (RAU). 

ADAPTARSE AL CAMBIO CLIMÁTICO 

Aunque no es algo nuevo, su importancia sigue siendo trascendental. 

Heladas fuertes y agresivas, lluvias inesperadas, granizos, golpes de sol, sequías, menor disponibilidad de agua y nuevas plagas son algunas de las situaciones que han afectado las plantaciones del último tiempo y hacen del cambio climático un factor fundamental para la base productiva del país. 

Esta realidad ha abierto nuevos desafíos para el sector agrícola. El principal de estos es desarrollar nuevas herramientas que fortalezcan la capacidad de resistencia de los sistemas de producción, para evitar que agentes externos afecten las plantaciones. 

"Otro elemento que tenemos que potenciar son los modelos de manejo de control de plagas y enfermedades. Durante los últimos años se han originado nuevos escenarios climáticos que han dado pie a que se expresen nuevas especies, las cuales han generado resistencia a las tradicionales formas de manejo, por lo que urge buscar otra estrategia", señala Etchegaray. 

El tercer desafío que impone el cambio climático es trabajar en mecanismos que mejoren la eficiencia en el manejo del agua.

"La escasez hídrica obliga a tener grandes plataformas de Big Data, subirse al mundo de la robotización de la agricultura y buscar la productividad con mejoramiento genético, vía tecnología, Smart Agro y drones para agricultura de precisión", sostiene el gerente de alimentos y acuicultura, Andrés Barros. 

Son estas tareas las que se deben cumplir para que el país pueda avanzar y lograr su objetivo de duplicar las exportaciones para el año 2030.

"Esta no es una cifra inalcanzable. Chile lo ha logrado antes y es capaz de sostenerlo si invierte en innovación y aplica las tendencias que estén aplicando otros países, como Holanda", agrega Barros.

Fuente: www.economiaynegocios.cl