EL ROL DE LA SALUD PÚBLICA VETERINARIA EN LA INOCUIDAD DE LOS ALIMENTOS; Bacterias resistentes a los antibióticos.
La Salud Pública Veterinaria (SPV) es una rama de las ciencias veterinarias que se encarga de prevenir enfermedades en los seres humanos a través de la lucha contra las zoonosis (enfermedades que se transmiten desde los animales a los humanos), el control y erradicación de enfermedades emergentes y reemergentes, la vigilancia de la calidad e inocuidad de los alimentos, entre otras actividades. Desde tiempos remotos ha estado al servicio de la salud humana, siendo practicada por los sacerdotes de antiguas civilizaciones que inspeccionaban a los animales sacrificados para consumo humano, evitando la transmisión de enfermedades que provenían de estos. Siglos más tarde, en 1761 surge la primera escuela de Medicina Veterinaria en Francia, precisamente a raíz de la necesidad de realizar estas labores con mayores conocimientos científicos.
De acuerdo a la definición del Codex Alimentarius la Inocuidad Alimentaria (IA) es la garantía de que un alimento no causará daños al consumidor cuando éste es preparado y/o ingerido de acuerdo a su uso propuesto. Es por esto que la SPV en la IA tiene entre sus principales objetivos proteger al consumidor de la posibilidad de que las enfermedades animales afecten a los alimentos y, en consecuencia, se transmitan a las personas. Sin embargo, la SPV debe actuar de forma complementaria con la salud pública humana, tal como lo expone la FAO/OIE/OMS con la frase “un mundo, una salud”, promoviendo así que entre ambas se potencien en la contienda contra las zoonosis, las enfermedades transmitidas por los alimentos (ETAs) y la resistencia antimicrobiana, entre otros tópicos atingentes a ambas áreas.
En los últimos años, la aparición de bacterias resistentes a los antibióticos es una materia que emerge con gran importancia, convirtiéndose en un desafío tanto para la SPV como para la salud pública humana, la industria alimentaria y los gobiernos, responsabilizando a todos los involucrados en la cadena de producción alimentaria a establecer normativas para evitar posibles efectos adversos en la salud de los consumidores a través del uso responsable y prudente de los antimicrobianos en los animales productores de alimentos.
En la actualidad, el uso de antimicrobianos es una práctica ampliamente usada en la producción masiva de animales de abasto. Habitualmente son administrados vía oral, incorporándolos en el agua o en los alimentos para prevenir brotes de enfermedades infecciosas durante algunas etapas de crianza o como promotores de crecimiento, además del uso terapéutico que puede darse en caso de enfermedades clínicamente diagnosticadas. Pero lamentablemente, la introducción de agentes antimicrobianos en los sistemas productivos ha generado condiciones favorables para la selección, propagación y persistencia de bacterias resistentes a los antimicrobianos, capaces de causar infecciones tanto en animales como en humanos.
El uso de antimicrobianos en dosis o potencias inadecuadas, en primer lugar, tiene como consecuencia el posible desarrollo de una mutación bacteriana que la hace resistente a los antibióticos, y al ingerir alimentos con esta bacteria se ocasiona una ETA para la que el antibiótico no sirve, ya que por sus características resulta ser de mayor gravedad que la causada por una bacteria similar que no sea resistente. En segundo lugar, las bacterias pueden transferir horizontalmente los genes resistentes a los antibióticos a otras bacterias dentro su medio ambiente, entre las que pueden estar algunas que provocan enfermedades en los seres humanos. Y en tercer lugar, el uso excesivo de antibióticos, resulta en la presencia de residuos de estos medicamentos en los alimentos, alterando todas las situaciones descritas la condición de inocuidad que un alimento debería poseer.
Entre otras consecuencias de este uso no selectivo e indiscriminado se encuentran una gran cantidad de puntos que comúnmente son olvidados, pero no por eso menos importantes, tales como la contaminación de aguas con heces portadoras de bacterias que son luego dispuestas para consumo humano e incluso pueden provocar su contagio en otras latitudes del mundo, los costos económicos que tienen para los países el tratamiento, la hospitalización y la pérdida de productividad resultante de las enfermedades causadas por estas bacterias resistentes a los antibióticos.
Sin lugar a dudas los niños, los ancianos y las personas inmunocomprometidas son los grupos más vulnerables, ya que una bacteria patógena para la cual no hay un tratamiento efectivo puede ser fatal. Se ha estimado que las infecciones provocadas por bacterias resistentes (aproximadamente 386.000 en 2007) dieron lugar a más de 2,5 millones de días de hospitalización adicionales y provocaron 25.100 muertes cada año en la Unión Europea, Islandia y Noruega.
Por desgracia, muchos países no tienen en cuenta los graves efectos que puede provocar el uso indiscriminado de antibióticos. La resistencia antimicrobiana ya se ha definido en Europa como un problema trascendental para el cuidado de la salud, inclusive también fue calificada como una pandemia y una amenaza mundial para la salud pública. La Unión Europea, consciente del peligro, legisló sobre el asunto, prohibiendo los potenciadores del crecimiento en las granjas avícolas y la OMS presentó un informe sobre resistencias antimicrobianas en el que insistía en la necesidad de disminuir el uso de antibióticos en ganadería. Según la Autoridad Europea de Inocuidad Alimentaria (EFSA), la vigilancia de la resistencia a los antimicrobianos en agentes zoonóticos en la Unión Europea dio como resultado que el 63,2% de las muestras extraídas de carne de pollo contenía Salmonellas resistentes a uno o más antibióticos, mientras que en carne de cerdo el 79,8% resultó también resistente.
Los antibióticos en la alimentación de los animales deberían ser utilizados sólo cuando otros métodos han fracasado y no como primera línea de acción. Cuando sean empleados, se deben tomar en cuenta las consideraciones primordiales para minimizar el desarrollo de bacterias resistentes, como la elección del antibiótico correcto de acuerdo a la etiología de la enfermedad, el uso de productos aprobados para la especie, sensibilidad a los patógenos involucrados, dosis y duración adecuadas, manteniendo siempre registros de los tratamientos. La misión de los profesionales de la Medicina Veterinaria que se desenvuelven en el área es fundamental, ya que actuar con precaución ayudará a preservar la eficacia a largo plazo de antibióticos ya existentes, apoyará la sanidad y el bienestar animal, y además limitará el riesgo de transferencia de resistencia a los antibióticos a los seres humanos.
Finalmente, el uso de antibióticos requiere aumentar y profundizar estudios a nivel país para establecer la realidad que se experimenta en cuanto a las bacterias resistentes a los antibióticos, con el fin de mejorar la inocuidad alimentaria en Chile y proteger la salud de los consumidores, asegurando productos sanos e inocuos del campo o el mar a la mesa.